Los retos que nos plantea ser estudiante en línea.
En
estos últimos años cada vez más se han producido manifestaciones de gran
optimismo respecto al papel que tendrán las tecnologías de la información y la
comunicación en la educación. La expansión de Internet en los ámbitos
educativos como un remedio milagroso en muchos de los diversos problemas de la
educación superior, como por ejemplo los costos elevados y la ineficiencia de
algunos programas educativos. Las tecnologías de la información y de la
comunicación se han utilizado como la panacea que ofrecerá la educación su
nuevo rostro. Hemos migrado de la sociedad industrial a la sociedad de la
información.
En
contraposición a este punto de vista tan positivo, otras voces han empezado a
insinuar que, pese a que ofrece sin duda nuevas oportunidades, la educación en
línea también comporta nuevos riesgos. La vertiente privada de la enseñanza
virtual ha generado buena parte de estas críticas y de este escepticismo. Hay
quien ha destacado diversos riesgos de la educación virtual: la transformación
de un bien público en una mercancía; el desarrollo de trabajadores y
consumidores en lugar de ciudadanos críticos; la homogeneización y la
estandarización de los contenidos, los valores y los lenguajes de la educación
y, claro está, la fractura digital. Este proceso demanda intervenir para contribuir
a que los estudiantes migren de la heteronomía a la autonomía.
La
formación en línea se ha tachado también de fría e impersonal. Se ha dicho que
su estructura tecnológica es inadecuada para la experiencia social que toda
educación debería suponer siempre. En estos últimos años, la educación en línea
ha generado nuevos motivos de desconfianza y de insatisfacción tanto entre los
profesores como entre los estudiantes. Por ejemplo la autentificación y
verificación de que las actividades, ejercicios, prácticas, exámenes realmente
los realizan los alumnos.
Uno de
los aspectos principales de la enseñanza virtual es la eficiencia. Hay quienes
ven en la enseñanza virtual una buena forma de reducir los costos educativos. A
pesar de ello, el discurso de la eficiencia puede ser peligroso. La
experiencia, hasta ahora, demuestra claramente que la enseñanza basada en el
ordenador, con su demanda ilimitada de tiempo de los instructores y sus
requisitos continuos —de equipo, de actualizaciones, de mantenimiento, y de
personal de apoyo técnico y administrativo— no cuesta ni más ni menos que la
educación tradicional. La cuestión central de si la oferta educativa en línea
puede mejorar la calidad de la enseñanza sólo tiene una respuesta posible: sí,
pero no sin bajos costos, tecnológicos y educativos. Una universidad virtual de
alta calidad, como cualquier otra universidad de alta calidad, necesita
invertir en actividades académicas y de investigación. En otras palabras,
necesita invertir en la creación de conocimiento, y no sólo en la distribución
de este conocimiento.
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